novela corta - cap. III - The Nazi Past

– ¿Por qué Camilo? –dijo mientras levantaba y dejaba caer unos dados.
–Sí, ¿por qué? –dijo ella – pero deja esos dados, me parecería demasiado teatral tu respuesta –dijo ella mientras se reían y besaban con un entusiasmo demasiado conciente. –Me pusieron Camilo por Camilo Torres ¿has escuchado de él? –preguntó distraídamente, botó los dados a la cama y no se preocupó de ver el resultado.
–No –dijo alegre –Pero seguro que tú me contarás ¿no?– suspiró
–Camilo Torres fue un cura colombiano –dijo y se quedó mirando el techo un largo rato–. Un buen chico, un intelectual que un día se le ocurrió la triste idea de caminar fuera del seminario y encontró un enfermo un viejo y un muerto, aunque no necesariamente en esa sucesión o en ese número, Colombia es un país sin orden. A diferencia del buen Gautama, Camilo le atribuyó la culpa a los poderosos y como era intelectual no se conformó con eso y se volvió marxista para sentir que, pese a tener miedo a la acción, podía cambiar el mundo.
–Un cura marxista –dijo pensativa –De esos había muchos entonces.
–Sí, entonces y también en el siglo II. La Historia o es una tienda de lana después de ser atacada por un ejercito de gatos o un circulo de espejos que se reflejan entre sí.
–Ahí estas de nuevo, te crees sentencioso – y le dio un beso en el cuello.
–Bueno, Camilo se volvió guerrillero –sintió ganas de besarla hasta dormir–. Esa época ser guerrillero era como ser templario o como ser navegante a fines de la edad media. Ambas analogías imperfectas y por eso provechosas. ¿Todavía te interesa organizar un taller de poesía?
–Dale no cambies de tema ¿y que pasó con Camilo?
–Lo que le debe pasar a todo buen comunista –dijo con fervor casi auténtico. –Camilo era más útil a la revolución como intelectual y como muestra gratis para repartir en la propaganda. Cura, burgués, intelectual, marxista, liberador. En fin, si yo hubiera estado en el comité central hubiera pensado igual. Sin embargo, Camilo deseaba luchar y probar la epifanía de la revolución. Te dije que temía a la acción. Se le concedió el capricho de entrar a una aldea con un grupo de guerrilleros. Una de las primeras balas lo mató. Yo imagino que era una misión fácil, quizá recoger agua o repartir propaganda. Camilo murió sin darse cuenta.
– ¿Y qué pasó? –preguntó ella como un reto.
– ¿Y qué pasó? –sonrió y se dio cuenta que había dejado de hacerlo hacía buen rato –pues Camilo fue a las puertas del cielo detrás de Jan Hus y delante de un mártir sirio del siglo III que perdió su lugar por dormirse. ¿Qué pregunta boluda que me haces? Se murió y a mí, 10 años después, me pusieron su nombre ¿me das un beso?
–No, ya no porque me dijiste boluda
–Mentira, Camilo es boludo, tú no.

Comentarios

Anónimo dijo…
a mi no me cuentes!
del nazi past no quiero saber

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