novela corta - cap. II - los últimos dioses


La escuadra se desplegó en abanico -desde la quebrada hasta el abismo que estaba al norte del cerro- ascendió con decisión cien metros hasta que abrimos fuego y le dimos a un policía gordo cuando trataba de refugiarse tras una roca, resbaló un par de metros con la cabeza y la cara abierta por el impacto, dejo su cerebro esparcido en su corto recorrido. El oficial ordenó que se cubrieran. Corrimos bordeando el abismo hasta un farallón donde nos cubrimos nuevamente y nos dispusimos a resistir, pero los policías recogieron a su muerto y se retiraron. Caminamos tres horas hasta la aldea y esperamos la llegada del enlace.

–¿Eso es todo? –dijo Laura con decepción.
–sí, eso es todo lo que dice en este mensaje –colocó el papel sobre el altar– nada más, una historia típica.
–y es de Nepal –observó sus manos y las encontró demasiado pálidas– ¿qué idioma hablan en Nepal?
–nepalí supongo
–¿y quién tradujo eso? –se percato que estaba descalza y le dolía la cabeza– pero mejor me lo cuentas mañana ¿te parece? Me muero de sueño.
–Esta bien, ten en cuenta la serie de traducciones desde el mensaje original hasta lo que tengo aquí, esto no significa nada ya –dijo Camilo suplicando asombro.
–Está bien –fingió abrir los ojos y la boca pero su intento por hacer un gesto de sorpresa terminó en un bostezo largo y placentero– mañana.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

un regalo para mis amigos

Amareto

contra las violentas certezas