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Mostrando las entradas de mayo, 2007

enero

Por el vidrio que distorsionan las gotas/ aun el mar se mueve como retardando la noche/y la lluvia juega con nosotras/ prófugas de pies/cubiertas de arena o café, olvido, y esa sensación húmeda bajo la ropa, entre los dedos. Entre el vidrio y el cielo todas las gotas que no me mojan, ahora que suena el silbato, que te escribo mientras alguien me increpa en portugués, mientras Lucía llora y se pierde en un París que es sucio, que ella no entiende, que derrama poesía por las calles. Y tristeza. Y todo se parece tanto a extrañarte, a intuir tu pereza de animal descalzo o arroyo, porque es inútil alejarnos de lo que somos como inútil fue negarte, absurdo olvidar tu olor para luego encontrarlo en el aire de esta tarde crecida en la inmensidad o nubes y mar como un todo verde-grisáceo

Río circular

-la vida es un río que nos lleva lejos-dijo él. -pero yo no sé nadar, sólo flotar sobre tu pecho/ madera que va hacia ¿el mar?...-dijo ella. -plop -dijo ludmila que era ella (solo de a ratitos).

La inminente aventura de D'artagnan

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Recuerdo que el gascón recibió de su padre una vieja espada y una carta. De su madre un ungüento que curaba todo lo que fuese adverso al imperio del placer. No las intrigas de nobles avinagrados y de cuyos cuerpos emanaban olores acres. No el viaje road movie de los herretes y la soberbia de corro de niños del duque Buckingham. No los bigotes engrasados y siempre aguzados. No los duelos detrás de los conventos donde los monjes se sumergían en el amor francés para adquirir el mal italiano. No las recámaras que me recordaban al museo de la independencia; polillas, colores tenues y olor a desinfectante. No el asedio de La Rochelle ni el cañoneo a la isla de Ré. No los simplones calvinistas y sus noches de biblia y muros blancos. No que los llamasen hugonotes y tal nombre me recordase ogros torpes, castos y buenos. No que muriese Milady matando, como deben hacerlo los que creen en el siglo. No la seductora coherencia de Richeliu y su oficio de poeta que, sin embargo, debo admitirlo, me e

Crusoe

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Mi primera visita a la isla de Crusoe fue a los 7 años. Robinson guardaba en su cueva en pequeños frascos la pólvora, el plomo, la tela de las velas que había arrancado al barco agonizante del que había sido arrojado su cuerpo confundido entre barriles ron de madeira, puercos salados y cuentas de vidrio. Ordenó su vida construyendo un fuerte y colgando mosquetes en las troneras. Los loros gritaban en la confusión de la selva y llenaban su memoria de la bulla necesaria para pasar la noche sin pensar demasiado en Dios y su ira vengadora. Robinson anotaba en su diario lo que debe anotar un varón prudente: la frecuencia de las lluvias, la cabra que mató, la certeza de la canícula. Hasta que se le acabó la tinta y se dedicó a sus pensamientos. Y a hablar. Para que el ruido de sus palabras o de sus gruñidos espantase a los gatos y las cabras. Todo en el hombre es industria. Con los años descubrió que sus huesos eran más frágiles y sus rodillas más lentas. Se sentaba en la mesa que había cons

oniria

era en una estación de trenes (gris como todas) donde te esperaba tenía puesta la mochila de siempre y las manos frías de cada mañana y entre tanta gente te abriste paso para llegar, y así desde tus lejanos ojos diste con mi abrazo/ entonces, corrimos como niños que no van a ninguna parte subimos una colina suave en verdes/ cielo abierto y tus pies sobre el suelo y mi cuerpo leve que se iba, volando... pero mi mano seguía en tu mano y los brazos eran ya el hilo de un barrilete que se tensaba de a momentos a voluntad del viento y ni mochila, ni cuerpo, pesaban ya/ y el placer era eso: estar flotando inexplicablemente y sin desear nada más

los regalos

un perfume intenso, un agua rosa que borre el olor del cuerpo que maree narices distraídas por el frio/ el lunar al borde del escote de una remera violeta/ canciones del otro lado del río, sobre piel de tambor/ un abrigo hecho de las horas que se le robó al sueño/ una bandeja amarilla donde compartir sabores/ una vedetina negra y sus cintitas rosas / y un san antonio plastificado con su oración detrás/ las palabras: amiga, feliz, vieja, abrazote, mando un sobri de regalo, maravilloso acierto que existas/ ningún reloj para tranquilidad de julio ¿ya aceptaron esta desorientación cotidiana?/ ningún libro ¿para qué (pensarán) si tiene tantos sin leer?
una vez más la ilusión de perdurar de no estar solo el pequeño engaño de Alicia frente a lo absurdo: morirse sin querer vivir sin querer/ la niña que se oculta lo que sabe para ya no sentir la herida para olvidar el tiempo en que creyó amar y siempre era una palabra palpable suave como una caricia/ Pero, ya ves pequeña la herida existe desde tu primer llanto y olvidarla es un ejercicio que aprendiste para seguir viviendo/ Ya ves, el día en que debés nacer viene diciendo que tu presente sangra cada que crees en mañana