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Mostrando las entradas de marzo, 2007

laberinto

-vos sos la laberinto? -no sé, todavía no entré... Ella camina hacia el centro, desde la salida, él, le mira en los ojos todas las mujeres que desnudó/ como quien ve irse lo que ya no será atado al paso que no da y su condena: la prisión de un observador inmóvil
esa tarde libramos la batalla por conseguir un lugar en el taxi que nos llevara lejos de nosotros/ En esta ciudad de autos asesinos supe que el chocolate sabía así sólo porque estaba sobre tu espalda, porque era ella quien lo derretía lentamente y en ella yo podía recostarme/ hamacar mis piernas, colgarme sin temor a caer y por eso fue que tendí mi cuerpo sobre el álamo que se alzaba cruzando el pequeño canal del parque ese tronco era tu espalda en un intento de evitar que me ahogara y mientras, vos me veías desde el barro diciendo advertencias de esas que no convencen a nadie/ entonces pensé que las palabras eran tus enemigas y recordé que preguntaste si HABÍA que decir que aquello nos gustaba que nos gustábamos/ y no/ el haber y el deber iban quedando tan lejos de nosotros/ y lo único que había era: esa tarde, el verde, un olor a canal de ciudad abandonada, los pájaros volando lejos de su templo, y una canción triste en los ojos como si fuera esa tarde la última vez había esos signos

carencia

intenté encontrarte bajo las piedras de este océano entre las gotas de un vendaval de marzo o en los huecos profundos del sol en la mañana y no estabas/ y no estás en lo que escribo: letras en la carencia de vos/ escribo desde la herida con un pie en cada territorio, en cada piel, escribo hasta la cicatriz hasta volver a tocarte