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Mostrando las entradas de septiembre, 2008
Una tela negra puede ser: ¿el velo de una viuda? ¿un banderín que prohíba entrar al mar? ¿un volado al compás de las caderas? ¿una liga escondida en lo más alto de la pierna que se oculta? ¿un rectángulo atenuando el sol? ¿un almohadón mullido donde abandonarse? ¿un paraguas para caminar con otro? Pero esa noche, la tela fue el límite entre la realidad, la música que no se detenía; y la locura, una ronda de brazos o abismo, un otro atando lo poco que quedaba de uno en la superficie. Mientras ese sabor a mandarina viajaba hecho humo por la garganta ¿a dónde?/ mientras los labios morados no se ven y una rueda de dos que se hace corta/ ...y así, volver al mundo con la sensación del tiempo suspendido en la lentitud de un abrazo.
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despierta/ los verás suspendidos/ rehusando la gravedad/ quebrando cuerpo con cuerpo/ detrás se hace la noche/ la noche: oscura lentitud, son los otros, los miedos, el arrabal de excusas, el recuerdo de los ruidos de otra ciudad/ como sus ropas que hablan con las figuras de la memoria ellos dicen que el amor es dejarse caer, confundirse las ropas, dibujar un nuevo género/ un amarillo oro luz feliz estallido dulce mirada/ despierta/ dormir es morir un poco -dice mi abuela/ ella que está cerca de la muerte y sabe/ que las noches del amor no vuelven con los años/ pero ellos no/ son inconscientes, atrevidos, insurrectos/ no saben del tiempo del dolor de la muerte/ se abrazan, se ciernen contra el otro y en el beso –que aun no se dieron- flotan, flotan, flotan.
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las que no se venden las que no se dicen se gustan, sí, se sienten las que no se piden traficantes de la gratuidad del amor que viene sin costos esas tan simples que el tiempo deshace sin consultarnos