no me gustan los bustos


A veces aparece caminando torpemente uno de esos poetas vagabundos, seres desdichados y sin patria. Sólo harapos y apetitos carnales mal disimulados. Se sientan en medio de la plaza y cuentan entonces atropelladamente la leyenda del sur con el rostro iluminado. Al sur, afirman, mucho más al sur del desierto en que Dios dibujo con su dedo, aun más lejos que la tierra de los gigantes imberbes, al sur del gran lago salado que nace en medio de las nubes. Al final del desierto existe una mujer que vive en el reflejo de las superficies brillantes. Los que la han visto, afirman los poetas, jamás han vuelto a continuar su viaje. Se dedicaron a vagar entre los bosques y bajar al mar a reír de manera ausente y bulliciosa mientras se dejaban salpicar por la espuma de las olas. Los que la han visto y han escuchado su voz perdieron la esencia del tiempo, son ahora figuras que contemplan maravillados y absortos días y noches cualquier hoja seca o algunos granos de arena en su mano. Usualmente dejo a los poetas hablar un rato y recibir un pedazo de pan negro o alguna manzana, después el gobernador me indica que los eche porque su aspecto le desagrada, finjo la violencia necesaria para que no sea después reprochada mi debilidad. Mucha gente los escucha y les cree, algunos han tratado de llegar al sur pero han muerto de hambre y cansancio o han sido asesinados por los bárbaros. Al sur el mundo se extingue en un vacío preñado de confusión, Dios ha limitado sabiamente nuestros caminos, tratar de ir más allá es un acto de soberbia propio de las almas corruptas. Uno de los rapsodas, un viejo de rasgos borrosos, me dijo que a la mujer sólo se le ha escuchado decir una palabra, su voz agónica se volvió extrañamente estentórea al articularla. Desde entonces no he podido olvidarla. He tratado de escribirla para conjurar su poder, pero ha sido imposible. La escritura, regalo piadoso de Dios al hombre para burlar la fragilidad de la memoria o su inútil persistencia, Ha perdido su divino poder.... Ahora me debo ir. Es momento de imponer nuevamente el orden.

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