El inicio de un texto que se supone será algún día una telenovela

Era imposible, sin embargo, ahí estaba la posibilidad y debería tomarla aunque sintiera que la decisión lo agobiaba físicamente. El mozo se acercó con la taza de té, la bebió y la encontró tibia pero prefirió olvidarlo, por lo demás, estaba dulce y eso bastaba. El problema estaba en que había aceptado inmediatamente, pero qué otro camino tenía si apenas era un oscuro corrector de guiones, un error de concordancia aquí, una frase demasiado larga, para las correcciones de mayor envergadura sintáctica debía consultar con su supervisor para su aprobación. En un inicio creyó intuir una broma de sus compañeros, pero una broma supondría una importancia que él no tenía.
— Rosales, mi intención es que usted escriba la adaptación de esa novela —Don Arturo sonreía con los labios apretados, lo que le confería un aspecto ligeramente amenazante a sus palabras— el pago, por el tiempo que duré su trabajo, será el de un guionista principal, además de un bono si el guión es aprobado.
Ahora pensaba en que forma podría decirle a Don Arturo que no aceptaría un encargo con el que cualquiera se sentiría feliz. La novela era lo de menos, la había leído en la secundaria y le pareció estridente y acídula. Lo terrible sería fracasar y que Don Arturo lo despidiera. Otra vez sin dinero y la pensión de su padre se consumía en comprarle medicinas y pagar a una enfermera que le cambiaba el pañal en la mañana, labor que hacía con un humor socarrón que parecía agradar al viejo.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

un regalo para mis amigos

Amareto

contra las violentas certezas