La del agua en los huesos

Cuando la conocí andaba desagotando el alma, el hueso, donde le horadaba insistente la lluvia de labios. Las horas lentas de su trabajo le hacían pensar que no moriría. Ahora creo que, tal vez, ya ni siquiera pensaba en la muerte. El sabor de otros besos había inundado los caminos hacia la única boca de tormenta que unía el presente a sus recuerdos.
-La humedad me va gastando de a poco -dijo. La vi ahogada en un sueño tan viejo como las piedras que sostienen este lago. La vi ir y venir con el agua cubriéndole las caderas. Caminaba contra la corriente que convertía en harapos su vestido. Insistía en su tarea inútil, y así se olvidaba de lo que -según otros- era el dolor. Quise convencerla de que dejara todo, ¿Acostumbrarme?-preguntó con un gusto amargo sobre la lengua. ..Amor, he nadado en ríos más turbios…-respondió con sorna-…aprendí a ser eternamente náufraga, no lo abandonaré porque me ofrezcas un bote seco en el que huir. Despojado de palabras ante esa certeza, me alejé. La noche hacía brillar la alegría sobre su piel, e iluminaba los miedos que se ocultaban en mi bote.

Comentarios

Princesa Dariak dijo…
Exelente texto!
Irradia fuerza, la fuerza que da el amor, aun el que se pierde en el agua, dibujado en ondas circulares, que se pierden cuando la piedra se ha hundido en el tiempo, y que lastima los pies desnudos cuando la pisas... pero esas piedras son el suelo que te mantiene erguida!
No existen los botes secos, y todos somos naufragos en el azar que une y que separa. Para que acostumbrarse si aun se puede soñar. Las olas me llevan sin destino pero alli estoy feliz cubierto de agua, cuebierto de luz...

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