Una tela negra puede ser: ¿el velo de una viuda? ¿un banderín que prohíba entrar al mar? ¿un volado al compás de las caderas? ¿una liga escondida en lo más alto de la pierna que se oculta? ¿un rectángulo atenuando el sol? ¿un almohadón mullido donde abandonarse? ¿un paraguas para caminar con otro?
Pero esa noche, la tela fue el límite entre la realidad, la música que no se detenía; y la locura, una ronda de brazos o abismo, un otro atando lo poco que quedaba de uno en la superficie.
Mientras ese sabor a mandarina viajaba hecho humo por la garganta ¿a dónde?/
mientras los labios morados no se ven y una rueda de dos que se hace corta/

...y así, volver al mundo con la sensación del tiempo suspendido en la lentitud de un abrazo.

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