las que no se venden las que no se dicen se gustan, sí, se sienten las que no se piden traficantes de la gratuidad del amor que viene sin costos esas tan simples que el tiempo deshace sin consultarnos
Una mesa sola, su vajilla sucia, fuente intacta de frutas. Agua sin vasos. Bordado mantel con nombres raros, ventanal abierto de aire Y alas, y polvo deja hilos en vela derretida. Rapaces aves negras en festìn la mesa, esperando abierta. buitres bajo el techo, comen sus carnes. Ellos reúnen los sucios, desgajan las servilletas. Limpian... Seremos alimento sobre la mesa? Saciados de encuentros los huesos, un lienzo que cubre nuestros nombres, la mesa sus despojos, los buitres nuestros cuerpos en un amor que nos sació hasta morir. Felices pájaros se alimentan de sangre seca, En alas negras nos hemos convertido. Volemos.
sus pies de viajero surcan arenas movedizas: su tiempo contra la violencia del universo y sus caminos: amenazas a quien se acuesta con la demora; a quien entrega los días a la damita incierta, cada día más parecida al desierto por donde él anda de paso. La damita escucha su voz prometer siempre, aquieta el hambre de andar con las muelas al viento, y no puede con la amenaza del dolor: de saberse hecha y rehecha a cada paso por manos que no ve/ por ideas tan viejas como sus pasos o como sentarse a escuchar el tiempo/ manos de él y no/ dedos que le crecieron mañana uñas que escribirán dudas en la espalda de la damita más incierta ante sus ojos: un cielo que no aplasta, no corre, ni salva un cielo donde guarecerse de los finales felices que promete un futuro inapelable
un departamento no la calle la tranquilidad de una puerta cerrada con llave y un timbre que no sonará un hombre pálido y cansado un hombre de jueves a la noche sin siesta un hombre con hijos lejanos con amor lejano, virtual, ausente un hombre pálido con algo que crece que sabe que lo habita algo ajeno y propio un hombre pálido desde la tarde desde que sabe que ella no va a demorar y se pregunta si hay algo acaso que él pueda hacer para que no llegue un departamento un hombre pálido cansado una caja de cartón el hombre una mano que abre el silencio esa forma cotidiana de un abismo donde no queda otra que verse De la caja, una hoja, un lápiz se sienta y escribe en la oscuridad de un jueves el hombre vuelve a ese lento subir y bajar de la mano que tiembla de repente sabe que demora a la muerte entonces recuerda la primera vez sobre una hoja un cuaderno antiguo El vencedor el universo blanco de un tiempo los golpes...
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