oniria

era en una estación de trenes (gris como todas)
donde te esperaba
tenía puesta la mochila de siempre
y las manos frías de cada mañana
y entre tanta gente te abriste paso
para llegar, y así
desde tus lejanos ojos
diste con mi abrazo/
entonces, corrimos como niños
que no van a ninguna parte
subimos una colina suave en verdes/
cielo abierto y tus pies sobre el suelo
y mi cuerpo leve que se iba, volando...
pero mi mano seguía en tu mano
y los brazos eran ya el hilo de un barrilete
que se tensaba de a momentos
a voluntad del viento
y ni mochila, ni cuerpo,
pesaban ya/
y el placer era eso:
estar flotando inexplicablemente
y sin desear nada más

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