Ultimo

Desmedradas ilusiones, ocaso que transporta la palma de mi mano, un cráneo rendido de mandìbulas rientes. Una rodaja de hueso, magro y muerto.
Y el meridiano penetrante de aureolas se desvanece en la proa, lado alado y frígido que bambolea mi andar.
Ya perdió hasta su aroma pestilente, antes perfumado su rostro, mis dedos en los ojos desorbitan.
En la palma de mi mano reúno tierra, un hoyo, un lugar cerca del río. Rodilla de árbol en raíz, uñas negras en húmedo masaje, perjuro susurrando que no le hablaré porque él calla, mi sueño, en mi cráneo, el que entierro a los pies de mis raíces, a la sombra del árbol del río que ríe como la mandíbula sepulta.

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