esa tarde libramos la batalla por conseguir
un lugar en el taxi que nos llevara
lejos de nosotros/
En esta ciudad de autos asesinos
supe que el chocolate sabía así
sólo porque estaba sobre tu espalda,
porque era ella quien lo derretía lentamente
y en ella yo podía recostarme/
hamacar mis piernas, colgarme
sin temor a caer
y por eso fue que tendí mi cuerpo
sobre el álamo que se alzaba
cruzando el pequeño canal del parque
ese tronco era tu espalda
en un intento de evitar que me ahogara
y mientras, vos me veías
desde el barro diciendo advertencias
de esas que no convencen a nadie/
entonces pensé que las palabras
eran tus enemigas y recordé
que preguntaste si HABÍA que decir
que aquello nos gustaba
que nos gustábamos/
y no/
el haber y el deber iban quedando
tan lejos de nosotros/ y lo único que había
era: esa tarde, el verde, un olor a canal
de ciudad abandonada, los pájaros
volando lejos de su templo,
y una canción triste en los ojos
como si fuera esa tarde la última vez

había esos signos de que nada es real,
y habíamos vos y yo rozándonos débilmente
perdiéndonos luego en la avenida/
jugando a ser felices
como quien le roba tiempo a la muerte.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

un regalo para mis amigos

Amareto

Lola Thorne (poeta peruana perdida en san marcos)