Sobre el Cid y la quietud de las cosas

oh mío muy mío
mister Cid el caballero
no nos vió ud esa mañana
rodando por el suelo
y yendo, desde el pino
hasta la torre quieta/ mientras
el silencio tejía arpegios
y la luna huía de la luz
que nos amanecía con la magia
de las manos que dan contra la nada.

Friederich revoloteaba, insomne,
mostraba la muerte errante
pero el cielo era tan nómade,
y fugaz e inevitable nos besaba
tontamente, inexploradamente
dejando que la calle creciera
y que mis pasos fueran al sur
más al sur que cualquiera de tus sueños.

La playa que quisimos no era aquella arena,
y tal vez el mar no esté allí/ para vernos
dar nuevamente contra la oscuridad ajena,
y tal vez, aprenda que la libertad es eso
estar estando condenado a tu tiempo

Comentarios

Anónimo dijo…
Sartre decía "el hombre es una pasión inútil" agraciados con la condena a ser libres. Dedicados a cortarnos las uñas, el cabello y los horrible vellos que asoman por la nariz. ahora y en la hora de nuestra muerte
amén

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