esa tarde libramos la batalla por conseguir un lugar en el taxi que nos llevara lejos de nosotros/ En esta ciudad de autos asesinos supe que el chocolate sabía así sólo porque estaba sobre tu espalda, porque era ella quien lo derretía lentamente y en ella yo podía recostarme/ hamacar mis piernas, colgarme sin temor a caer y por eso fue que tendí mi cuerpo sobre el álamo que se alzaba cruzando el pequeño canal del parque ese tronco era tu espalda en un intento de evitar que me ahogara y mientras, vos me veías desde el barro diciendo advertencias de esas que no convencen a nadie/ entonces pensé que las palabras eran tus enemigas y recordé que preguntaste si HABÍA que decir que aquello nos gustaba que nos gustábamos/ y no/ el haber y el deber iban quedando tan lejos de nosotros/ y lo único que había era: esa tarde, el verde, un olor a canal de ciudad abandonada, los pájaros volando lejos de su templo, y una canción triste en los ojos como si fuera esa tarde la última vez había esos signos...