un departamento no la calle la tranquilidad de una puerta cerrada con llave y un timbre que no sonará un hombre pálido y cansado un hombre de jueves a la noche sin siesta un hombre con hijos lejanos con amor lejano, virtual, ausente un hombre pálido con algo que crece que sabe que lo habita algo ajeno y propio un hombre pálido desde la tarde desde que sabe que ella no va a demorar y se pregunta si hay algo acaso que él pueda hacer para que no llegue un departamento un hombre pálido cansado una caja de cartón el hombre una mano que abre el silencio esa forma cotidiana de un abismo donde no queda otra que verse De la caja, una hoja, un lápiz se sienta y escribe en la oscuridad de un jueves el hombre vuelve a ese lento subir y bajar de la mano que tiembla de repente sabe que demora a la muerte entonces recuerda la primera vez sobre una hoja un cuaderno antiguo El vencedor el universo blanco de un tiempo los golpes la
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Sobre la pancita del sapo un tratado por anfibio y cantor un libraco que explique por qué se infla y croa si en la oscuridad se pierde una noche yo también me perdí era en auto con un amigo y ese perro cruzando la ruta la línea la vida la oscuridad inmensa y nosotros con él un golpe la parálisis buscarlo y no encontrar más que la noche ese silencio hecho de zanjas donde cabe la muerte y al regresar qué sin cuerpo y con la certeza algo había cambiado la noche era la misma seguía en silencio hasta que se nos hizo un rezo la despedida tal vez otra forma de pedir perdón y en la negrura miles de pancitas de sapos -únicos testigos de esa tristeza- largaron a croar
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sigue a la vuelta como una moneda una alfombra un irse sigue lo que necesitaba a la vuelta de la casa: la cruz, un irse el uno y el otro, siguen dando vueltas hasta necesitarse de otro modo que no es moneda ni alfombra ni irse de vuelta un necesitar para volver hasta devolverse vomitarse a sí mismo dar con ese ser erosionado que las entrañas se tragaron
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la bolsa de nylon ya no se usa pasó de moda no es sustentable como las cartas notas confusas de amor desvelos hoy son del aire el viento todo arrastra sin prisa bolsas papeles tu amor los naipes mientras te escribo busco consuelo trazo caminos dibujo azares quiera el destino que esta voz tibia detenga al viento con sus desmanes para que quieta en tus oídos se haga susurro dulzor cantares
escarcha
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Escarcha está llena de mañana, de sueño, de vidrio que durmió a la intemperie. Cuando niña me impresionaba la vendedora de fósforos. Era un cuento lleno de escarcha. Esa escarcha no era poética, porque la poesía no le rodea los pies descalzos a una niña mientras ella intenta encender el único fósforo que le queda para soportar la noche.
Herencia
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Mamá se encargó de repartir tus cosas cuando te fuiste. A mí me tocaron los platos de porcelana, esos con ramilletes de flores pintados en el borde. Los uso para los cumpleaños o cuando viene gente a cenar. No recuerdo si los usabas o estaban guardados... Alguno se rompió, siempre fui un poco torpe, y muy torpe al lavar los platos. Mas de lo que quería hablarte, es de la pava. Sí, tu pava. Yo la reclamé junto con ese mate de barro que no sirve más que para guardar tornillos y alfileres. Los pedí como una forma de ganarle al olvido, de saber que la muerte no podría llevarse el ritual que nos hacía palabra. Vos mantenías la yerba intacta. Entonces, el tiempo se deshacía, se esponjaba y era una nube indefinida e infinita. A veces, se me pone blanca la memoria, como si se llenara de un sarro que se adhiere y corroe sin piedad.